¡Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
Pablo Neruda
Con tu pequeña muerte imaginada
hace tiempo despierto cada día,
empapado en sudores, fiebre fría
y un rastro de estupor sobre la almohada.
Marea de bemoles derramada
la sangre por tus labios florecía;
un cadáver flotante en la bahía
es mi cuerpo buscándote en la albada.
Voy hacia ti, despacio, con cautela:
no quiero que te vayas repentina
llevándote tus ojos abisales.
Entre el misterio de la noche en vela
vuelan las notas de una sonatina
al mar donde se pactan los finales.