Estás en casa. Le hablas a las plantas
igual que en ocasiones
lo has hecho con un niño,
con un amante ciego, con la luna
un dieciséis por ciento más radiante,
no sé,
quizás más grande
o como dice Tweeter más cercana,
por ahí me he enterado,
por las redes
que afirman que en el Facebook y en Myspace
hay miles de perfiles que han soñado
con una luna llena ya menguante
con lágrimas de sangre y como triste,
y habrá interpretaciones neofreudianas,
religiosas y místicas,
ateas, filosóficas,
-la luna ROJA, el miedo de occidente
a musulmanes turcos o a los chinos-
dirán que llega en breve el fin del mundo,
que llegará por fin la última guerra,
que los mayas,
los indios,
los aztecas,
pitonisas y brujas,
líderes religiosos,
taimados visionarios
y demás jerarquía de lo absurdo,
ya vienen pregonándolo hace siglos,
y yo saludo alegre a mis plantitas,
“es la flor del dinero
-me dijo la vecina que me las regaló-,
las puedes tener dentro,
cerca de una ventana”,
son muy agradecidas
aunque las riegues solo
cuando solo te acuerdes
de que hace ya medio año
que no tienes correos
en el buzón de entrada de tu e-mail,
que lo que siempre esperas
por mensaje privado o por guasap,
por Tuenti o por Cuarenti o por Youtube,
o incluso por paloma o berberecho,
nunca es lo que recibes,
sí, en ocasiones alguien del trabajo,
alguna antigua amante, algún amigo,
pero nadie que sepa comprenderte
como hacen hoy tus plantas,
os veo muy bonitas, muy brillantes,
habéis crecido y no me falta curro
en medio de esta crisis
-¿será entonces verdad
que la superchería de antes tiene
fundado fundamento?-
mis niñas, cómo estáis,
os traigo el agua ahora,
mirad lo que he comprado,
es incienso del bueno, de dos euros,
“cuanto más crezcan, más dinero te entra;
toma, te dejaré esta tierra, es buena”,
lo dijo la vecina y aquí me veis,
comprando caprichitos “pa mis niñas,
y pa ti lo mejor
porque te quiero un huevo, tú lo sabes”
y a mis plantas les digo que ahora vengo.
Las Fallas de Valencia son crueles
porque a veces se queman
quienes menos merecen.
Cómo estáis, pequeñitas, aquí estoy,
dejad que os riegue un poco y que os cuente:
yo ya no sé qué hacer con la vecina
de la que, a fin de cuentas, hijas sois.
Hoy hay mucho turista que se acerca
y deja una moneda
si algo a guitarra suena;
mas mañana
¡qué se yo!.
Probemos este incienso,
lo pondré a vuestro lado
-voy a abrir el Skype
antes de terminar este poema-,
con cuidado lo enciendo,
lo aparto de las hojas
y me pongo a escribir y cuando acabo
se ha quemado el ninot de la maceta
y hay un verde agujero en el tapete.
Y dejas de pensar. Estás en casa.
…bonita escena primaveral; aguarda y verás como la nueva semilla de tu casa echará un tallito, unas hojas y una flor. Así empieza todo