Te hablo a ti, soledad, porque sé que me escuchas,
porque sé que apareces cuando llega la albada,
cuando busco tu rostro apoyado en la almohada
para hallarte entre sueños. Acaso como en muchas
madrugadas despierto terriblemente solo,
me he acostumbrado a hablarte tan solo con silencio,
solo con las miradas que en las fotos me agencio,
solo sin soledad la soledad que imploro.
Te llamas soledad. Te gustan los trasnoches.
Eres la amante fiel del inquieto desvelo
de millones de seres. No, amor, no son reproches.
Es en ti donde encuentro lugar para el consuelo
que me ofrece la página al calor de tus noches.
Y es otra soledad la causa de mi anhelo.