El cartero doblemente vivo (V)

  • La biblioteca

Como bien es sabido, la biblioteca personal de Javier Egea está «ya en manos de la Fundación (Rafael) Alberti» desde el 12 de diciembre de 2006 (el subrayado es mío, pero el titular, que no puede ser más acertado, pertenece al diario La voz el día después de que se hiciera pública la noticia). Sabiendo de la ineptitud de una, del afán de protagonismo de la otra y de los intereses de las dos (hablo de las «viudas», claro) no es de extrañar que la biblioteca haya acabado en El Puerto de Santa María, de más difícil accesibilidad para los investigadores,  y no en Granada, en su ciudad natal. Pero parece como si la inquina de esta ciudad hacia sus escritores más renombrados fuera un hecho recurrente. ¿Y cuál es el interés de la viuda de uno? Recuperar los ocho aguafuertes que el poeta gaditano entregó a Egea para la edición de Raro de luna. ¿Y cual es el interés de la heredera del otro? No se sabe bien; quizás campos de pluma; o tal vez la  prometida «edición comercial» de la especie de maqueta de la obra total, según palabras de su editor y al parecer también nuevo co-representante de la heredera. Fuere lo que fuere, el hecho es que están así las cosas. Y hay que aceptarlas por imperativo judicial. Pero lo de llevar lo que queda de biblioteca al Puerto de Santa María es, en mi opinión, una decisión desacertada, no ya sólo por el evidente hecho de que serían más los investigadores y lectores de Egea los que se beneficiarían del uso de esos archivos y libros si estuvieran en Granada -que, además, son de gran interés por las anotaciones que contienen y los subrayados, que pueden ayudar al lector a acercarse a la formación, no sólo literaria, del autor de Raro de luna-, sino porque extraña que a Quisquete le gustara la idea, no de estar en la casa de su admirado Alberti, sino la de estar en «las manos» de la actual Fundación Rafael Alberti. Quienes conocieron su biblioteca puede imaginarse cuáles eran los libros más trabajados por el autor y establecer, además, la época de su lectura. También uno puede imaginarse que Egea tuviera muchos volúmenes de su biblioteca formacional leídos y releídos; es cierto, pero andarán alrededor de la centena, es decir, representan menos del 10% de la escaldada biblioteca del Puerto, y menos del 4% de su biblioteca original, pero no son la mayoría como afirmaba la heredera en el acto de presentación de la cesión: «La mayoría de los ejemplares se encuentran subrayados y con gran número de anotaciones«. Uno no puede imaginarse a Javier Egea satisfecho porque su biblioteca personal se «almacene»  en unas bodegas del Puerto, incluso tratándose  de la de los Alberti, en las circunstancias que está, entre la mentira y el descuido. Me explico en la siguiente entrada.

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